Transporte público: vicios y resultados: Resistencia contra los embates impopulares

Por:

Julián Apaza Nina

 

En las áreas terminales de Panamá, el transporte público antes de las reformas en la década de los 70’s; estaba en manos de unas cuantas familias burguesas que ostentaban dicho rubro para su acumulación personal. Tras diversas luchas y negociaciones, se conquista una especie de “desmonopolización” del transporte público por medio de cupos o certificados de operación para que el ciudadano común tuviese el derecho de invertir (primariamente) en una unidad y así, tener sustento económico para su hogar. Decimos lucha pues, los conductores fueron en un principio, quienes lograron esta conquista.

Posteriormente, empiezan las manos de una oligarquía ascendente a manipular dichas concesiones por medio del “Clientelismo Político”, usándolo como prebenda para sus intereses personales, favoreciendo a sus “compinches” y politizando todo para sus fines. Dicho esto, debemos aclarar que por un lado, mientras se iban creando carteles de grandes mafiosos del transporte, todopoderosos que controlaban piqueras enteras, grandes flotas de cupos y buses de pecunia personal; por el otro, se iba creando un grupo social desclasado y tristemente empobrecido: los conductores, los secretarios o “pavos”, sin ningún tipo de legislación laboral, capacitaciones, figura jurídica en lo concerniente a la seguridad social entre otras; además de una serie de trabajos satelitales de las terminales, como lo son los vendedores ambulantes, las fondas de comida, etc. Familias enteras fueron directa o indirectamente incididas ante el despunte del transporte en toda la República; claro, la mala distribución de las riquezas y el alto costo de la vida fue pauperizando la capacidad de la inversión de los dueños de buses; la desidia de quienes controlaban las grandes flotas de unidades por la simple lógica de economizar gastos en arreglo, reparación y renovación de las mismas para no perder ni un centavo de ganancias; las disputas intestinas entre carteles del transporte entre otros factores (tanto externos como internos) fueron no solo deteriorando el servicio; sino también, deslegitimando a su dirigencia gremial ante la faz del país.

Entrados los años noventa se intenta hacer una reforma a todos los fundamentos de este servicio, encontrándose con una resistencia al gobierno de turno. Sin que hubiese una seria discusión de cuál sería el futuro de los transportistas, se aprueba la Ley 14 del 26 de mayo de 1993; un paliativo ante las exigencias de la dirigencia del transporte. Dejando por fuera de la discusión múltiples puntos, al parecer adrede, para una posterior reforma. Cada gobierno oligarca pasaba revista de estos hechos y abandonaba a su suerte al usuario que poco a poco veía como el servicio del transporte quedaba en un estado deplorable y lastimero, sin brindar una respuesta concreta ante las exigencias de la población. Sin embargo, y por otro lado, a los transportistas honestos, tampoco se les brindaba un apoyo real y directo para resistir los embates del Neo Liberalismo y sus consecuencias fatídicas en los bolsillos de los panameños; es decir, quien tenía un cupo y era dueño de su propio bus, sufría (igual que ahora) de las mismas carencias que todo el pueblo, así como las repercusiones de un sistema desigual y explotador; mismo, que cada vez se va encareciendo por su obcecación encarnizada en la acumulación de poder y capital para los ricos. En el interior del país ocurrió lo mismo, solo que en el modelo económico que vive nuestro país, se dificulta en mayor escala la posibilidad de un servicio decoroso para los lugares que no sean puntos portuarios a gran escala. Una economía dependiente al Canal y a la prestación de servicios como principal puntal económico, deja en un abandono las aéreas rurales y no las transístmicas con relación al desarrollo tecnológico y de otras facilidades. Esto, pues, la burguesía predominante en nuestro país está arraigada en lo que a lo largo de nuestra historia nos ha condenado a ser “Pro Mundi Beneficio”, tras siglos de explotación extranjera como zona de tránsito. Así, a inicios del siglo XXI, tras un panorama caótico por la génesis de la crisis económica y petrolera, se le impone al usuario un aumento del pasaje traducido en un gran golpe al pueblo con algo tan vital, necesario e irremplazable como el transporte. A pesar de las luchas, no se pudo detener; dejando en claro que dicho aumento era responsabilidad de los gobiernos que no atacaban en problema de fondo, ya expuesto en líneas anteriores. Al contrario, la solución fue condenar al usuario a cubrir dichos gastos de operación.

Todo lo expuesto, es una crónica hecha manipulada para finalmente privatizar el servicio del transporte. Nos dice Noam Chomsky en su reciente lista “Diez formas distintas de manipulación mediática”:

(… ) 2. CREAR PROBLEMAS Y DESPUÉS OFRECER SOLUCIONES.

Este método también se denomina “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el que demande las medidas que se desea hacer que se acepten. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el que demande leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer que se acepten como males necesarios el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3- LA ESTRATEGIA DE LA GRADUALIDAD.

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta con aplicarla gradualmente, con cuentagotas, por años consecutivos. De esa manera las condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) se impusieron durante las décadas de 1980 y 1990. Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo masivo, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que habrían provocado una revolución si se hubieran aplicado de una sola vez.

4- LA ESTRATEGIA DE DIFERIR.

Otra manera de hacer que se acepte una decisión impopular es la de presentarla como «dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido se podría evitar. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y aceptarla con resignación cuando llegue el momento.”

Dicho esto, estamos ante el irremediable hecho de que la privatización del transporte es nuestro enemigo a batir en los próximos años, empezando desde hoy. El aumento del pasaje a mansalva sin ningún tipo de control es la forma más irresponsable que puede permitir el pueblo panameño; el gobierno no le interesa en ningún sentido lo que para ellos no es problema. En la Capital, el Metro Bus no solo ha sido un fracaso, sino un gran negociado de unos cuantos que a costa de la incomodidad de los usuarios, el pueblo pobre, se están llenando los bolsillos con medidas ilegales flagrantemente contrarias no solo a la Ley 14 (aún vigente) sino también a nuestra Constitución Política Nacional.

En la provincia chiricana, se libra una batalla de las ideas; puesto que arbitrariamente se quiere aumentar el pasaje una vez más. Sin embargo, la juventud combativa debe responder como el momento histórico lo reclama; por medio de la razón dialéctica en pro del trabajador, del estudiante, del campesinado, del indígena y de todo cuanto sea afectado; deben ser defendidos por la dirigencia popular con todas las armas ideológicas que el análisis de coyuntura nos brinda; sin negar cualquier método de resistencia popular organizada para frenar cuanto mal intente derruir al ya golpeado pueblo de nuestra provincia.

Luchamos para vencer… El Neo Liberalismo: ¡No pasará!

Socialismo o Barbarie.

"Será Justo"
problema del transporte

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