Bien dijo Friedrich Nietzche: “en cualquier tema que trate la influencia teológica las evaluaciones serán trastornadas”. No es muy diferente lo que está sucediendo en Panamá con el Anteproyecto de Ley 61 a través del cual se adoptan políticas públicas de educación integral, atención y promoción de la salud (mejor conocido como ley de salud sexual y reproductiva); observamos el mismo panorama de hace siete años cuando se desistió de la iniciativa después de largos meses de apasionados debates con iglesias y otros sectores ultraconservadores del país.
La teocracia no sólo reinó en aquel momento, sino que condenó a miles de jóvenes a seguir desinformados; del otro lado del telón los fanáticos aplaudieron airosos y desaparecieron, no los hemos visto más. Aparecen cada cierto tiempo, para oponerse a la unión civil de personas del mismo sexo, o como en este caso, a la modernización de la educación sexual en el pensum académico de los estudiantes panameños; pero no los veremos tan preocupados por otros temas como los casos de corrupción gubernamental, la impunidad o las altas cifras de violencia contra la mujer.
Mientras los temas de Estado sigan discutiéndose en base a argumentos religioso-patriarcales el debate pierde toda lógica, pierde todo sentido de respeto al pluralismo y por ende, ultraja toda democracia. Las creencias de un grupo siguen siendo impuestas a la totalidad de la población mediante políticas de Estado, en temas tan sensibles e importantes como la salud pública, donde la más afectada sigue siendo la mujer. Sorprendentemente, serán estos mismos sectores ultraconservadores los que juzgarán a la joven embarazada cuestionando su derecho de asistir a un colegio regular, la falta de educación en sexualidad amplía la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres, en tanto no se discuten aspectos como la paternidad responsable y el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo,.
Las discusiones siguen girando en torno a cuestiones meramente subjetivas, haciendo caso omiso a las necesidades reales del país, se olvida que el VIH/Sida es la tercera causa de muerte en jóvenes de 15 a 24 años, que el Ministerio de Salud registra 2030 embarazos en adolescentes en los primeros 59 días del año 2014 y que el 75% de los bebés nacen fuera de una unión estable. Estas cifras no sólo nos indican lo preocupante de la situación, sino que evidencian el fracaso de la tan nombrada y utópica abstinencia, y peor aún, demuestran que las familias no están haciendo el trabajo que les corresponde, y por ende, no se les puede seguir delegando la responsabilidad de educar a los hijos.
La Constitución lo dice claramente en su Artículo 87: el Estado debe dirigir y organizar la educación nacional; ahora más que nunca se hace evidente la necesidad de separar los asuntos de país de las creencias propias de cada individuo, separar lo celestial de lo terrenal y real. Las autoridades políticas no pueden seguir acatando las ordenes y leyes de una doctrina religiosa desfasada y poco acorde con las realidades nacionales, el funcionario público ha sido elegido por y para el pueblo, no por una feligresía o institución religiosa.
Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios,
Ni de la iglesia, ni del Estado…
Mi cuerpo es mío y necesito estar informada para que nadie decida por mí.
Yuri Pitti
Panamá